MARSELLA - Norman Foster

El hecho de traer hasta una revista de viajes como esta una sección dedicada a la arquitectura, no es por otra razón que por la fuerza que un solo edificio puede dar a una ciudad, por el poder transformador que una construcción puede inferir a una urbe, por la personalidad que una sola estructura puede otorgar a todo un paisaje urbano.

Una vieja ciudad como Marsella, una de las urbes que más historia guarda tras los diques de su histórico puerto, ha sabido transformar su realidad desde la oscuridad de un pasado milenario a una ciudad moderna, más luminosa y abierta.

A ello ha contribuido una construcción, sencilla, simple, desnuda, etérea y ligera; pero con un poder transformador brutal.

Una simple marquesina, un pabellón muestra su poder recogiendo en su espejo toda la realidad circundante. En el Port Vieux, un solo elemento arquitectónico recoge y refleja multiplicando la vida del puerto.

Una marquesina diseñada por Norman Foster cuyo techo, un espejo, es una provocación para todo aquel que pasa por allí, 46 metros que reflejan la vida de los viandantes desde una altura de 22 metros. Acero pulido, hace las funciones de un gran espejo, haciendo del puerto una doble realidad.Una obra que según el propio Foster tuvo que recoger las variaciones del clima para poder crear el efecto de reflejos y sombras, respetando el espacio que existe alrededor y mejorarlo dotándolo de una vida que hasta entonces no tenía.

“I know the harbour at Marseille well and it is a truly grand space. This project is a great opportunity to enhance it using very simple means, to improve it with a large pavilion for events, for markets, for special occasions. Our approach has been to work with the climate, to create shade, but at the same time to respect the space of the harbour – just making it better”  Norman Foster.

Un solado de granito imita sutilmente los adoquines originales y ayuda a unir la realidad preexistente en el puerto con estas nuevas actuaciones. El pabellón es como una nueva línea de color plateado que apunta al horizonte, al futuro, recogiendo sobre su panza de acero a todos cuantos quieren reflejarse en él.