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Sintra

25/11/2019

Sintra

Un viaje a la maravillosa villa portuguesa

El casco antiguo es un derroche de edificaciones de arquitectura levantada para mayor gloria de la nobleza de una época. El palacio real y sus icónicas chimeneas cónicas, dibujan el perfil de la ciudad.

Entre suaves colinas cubiertas de pinares y eucaliptos, en medio de una paraje natural donde la vegetación de intenso color verde, se alza una ciudad que disfruto del regalo de una situación y un clima suave brisa y un sol que calienta lo justo, cautivó a la nobleza de una época que transformó un parque natural en una tierra de palacetes, iglesias y claustros, torres y villas que forradas del típico azulejo de azules cobalto portugués; se desplegaron por las faldas de las colinas. Un paisaje abrumador y onírico que parece diseñado para servir de decorado en una película de Disney.

El Palacio da Pena, resalta por encima del resto con sus cúpulas redondeadas, de estilo morisco y color amarillo que recuerdan los dorados de los palacios orientales en los que parece inspirarse. Al otro lado, las murallas de Castillo de los Moros se alinean como un parapeto que delimita el paisaje. El Casco antiguo es un derroche de edificaciones y arquitectura levantada para mayor gloria de la nobleza de una época. El Palacio Real y sus icónicas chimeneas cónicas, dibujan el perfil de la ciudad. Refugio donde el Rey Juan Manuel recibía noticias de los Descubrimientos oceánicos.

 

 

 

Sintra ha sido refugio de la nobleza y tierra de acogida de artistas e intelectuales que, como Pessoa (un héroe nacional), y Lord Byron que definió Sintra como un lugar en el Edén; pintores que acudían a inmortalizar la belleza atemporal de sus paisajes y músicos como Strauss que llegaban hasta aquí en busca de una musa e inspiración para componer obras inmortales. Tierra de cerámicas y tapices, de tiestos que se asoman repletas de flores para adornar las calles. Soportales bajo los cuales transcurren los paseos, cuestas empinadas que inclinan el cuerpo, callejuelas que protegen de la brisa atlántica. Tierra de mañanas animadas y suaves atardeceres que van durmiendo sus calles; plazas que se vacían de turistas y viejos cafés en los que descansar de la jornada.

Portugal es tierra de vinos y el de Colares, aquí una buena elección. De gastronomía singular la cocina de Sintra sabe conquistar también el paladar. De sus platos característicos, el lechón de Negrais, el cerdo en cualquier versión, así como el cabrito al horno; son platos del acervo culinario de la zona. El mar, próximo, regala róbalos y sargos, mariscos y pulpo, buenos mejillones y percebes. Si se asoma hasta sus playas, a la sombra del Cabo da Roca, en el restaurante de la playa de Adraga puede disfrutar de buenas almejas y gambas y un vaso de cerveza helada para darse un homenaje en el aperitivo. buenas sardinas asadas con pan y una frasca de vinho verde.

 

 

En el centro de la ciudad, en la ciudad vieja, el Café París abre su terraza a la sombra de los árboles que cubren la Plaza de la República. Durante el día apenas cabe un alma, pero cuando cae el atardecer y las calles de Sintra comienzan a aclararse, es un buen momento para acudir hasta allí y tomar un buen postre después de cenar. Para los más golosos la pastelería Periquita ofrece las mejores queijadas de la ciudad. Para una cena más íntima y romántica el restaurante del hotel Sant Lawrence.

Para dormir, dos opciones: En un antiguo palacio ubicado en las afueras de Sintra, el Hotel Seteais Palace, o en pleno centro el hotel Saint Lawrence, dicen que es el segundo más antiguo del mundo. Su ambiente de elegancia contenida, le hacen un gran destino para descansar.

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